RELATO: Y entonces, vuelves. Eres tú.

Me perdí, no sabía encontrarme, por más que me buscara no lograba entender porque no estaba ahí. Sí, ahí, tan enérgica como siempre, pisando tan fuerte como lo hice y ahora ni siquiera veía mis huellas. Mis pasos...

 Llegó el verano, pasó e intenté rebelarme, luché, aposté por encontrarme. Creí verme, pero volvía a irme, intentaba ser firme pero tambaleaba y entre tambaleo y tambaleo, llegó el otoño. Con el otoño hallé mi refugio, volví a creer que podía estar a salvo, que quizás podría ser más fuerte que tú, que tu recuerdo, que tu daño. Creí estar más firme en cuestiones de corazón, de alma, pero... A veces, volvía a tambalear, volvía a creer que yo era la débil, y que tú habías ganado, que tu recuerdo me había superado y que seguía doliendo tu daño. Por suerte, llegó el invierno y con él, mi fuerza. Me estaba encontrando, estaba volviendo a ser yo. A ser quien era antes de conocerte y que convirtieras mi vida en caos, en llanto, a ser quien fui antes de tu marcha, antes de encontrarte. Y volvía a tener la esperanza de que quizás aun no me había ido, que estaba ahí. Tan enérgica como siempre, pisando tan fuerte como lo hice y que aún mis huellas no se habían borrado. Mis pasos... No habían desaparecido. 


Entonces me puse seria y pisé aún con más fuerza, con más fuerza de la que tenía antes de encontrarte. Y creí en mi, en lo que era y en lo que soy. Comenzaba a verme, a sentir que mi esencia volvía a mi ser, y que ya no te necesitaba. No solamente a ti, lo mejor de todo es que ya no necesitaba tu recuerdo y que si lo recordaba dejaba de hacerme daño. Ya no me tensaba al acordarme de ti, ya no lo percibía con la misma intensidad, y ya volvía a encontrar la calma. Dichosa calma, ansiaba encontrarte... Te necesitaba tanto. 

Hoy puedo decir, que todo pasa por algo, que después de la tormenta, he vuelto a nacer. Y sigo pisando firmemente donde estaciones atrás tambaleaba. Y vuelvo a ser yo, tan mía, solo mía, tan de nadie. Y creo que lo mejor es ser tuya en todo momento, nunca perderte, aunque perderse a veces es necesario porque cuando te encuentras aprendes a ser más tuya que nunca. Y así eres feliz, estás en paz contigo misma... Y no dejas de ser tuya, tan tuya, tuya, tuyísima...No dejas de ser tú, sólo tú y quien quiera ser tuyo, que aprenda a entender que tú eres tú, y que para ser suya, sólo basta que él sea el que nunca te pierda. Y siempre te esté encontrando. Y lo más importante, que sea quien nunca deje que te pierdas... Porque si deja que te pierdas en tu esencia, entonces nunca podrás ser algo suya, nada, nada suya. Sólo tuya, tuya y de nadie más. 



Autora: Verónica Ruiz Gómez. 

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