POESÍA: Cómo me amaba...

Ella era magia, pero yo no creía en la magia. 
Yo era fuego que quemaba, ella un iceberg muriéndose de frío, 
pero nunca le dí de mi calor.

Ella era poesía, pero a mi no me gustaba leer, y nunca quise entenderla.
Y entender lo que sus versos me decían.
Más que sus versos, la luz de su mirada.  
La que irradiaba al mirarme, la que gritaba que quería cuidarme. 
Y sobretodo que quería ser cuidada. 

Ella era delicada, una musa de esas que no se pueden olvidar ni cerrando los ojos.
Pero yo nunca la recordaba, en mis sueños nunca aparecía... 
Parecía que no la necesitaba y aún así, cómo me amaba...

Amaba mi brutalidad, mis ganas de ir a 1000 por hora, de no mirar lo que tenía a mi alrrededor,
de que me apasionara el riesgo, de no temer al peligro. Y yo sin embargo, nunca supe admirar, sus pausas, la importancia que le daba a los tiempos, a los espacios, y a esos pequeños detalles que yo por mi velocidad nunca supe percatarme a tiempo.

Hoy es tarde, y el estamparme me ha obligado a ver la realidad de bruces.
Ella es magia, y hoy creo, pero ya no está conmigo, esa magia ya no es para mi.
Ella es poesía, y no me gusta leer, pero por ella lo haría, aunque ahora lo hagan otros.
La luz en su mirada irradia que es de otro mundo, es la pureza personificada, son las ganas de proteger a quien nunca se va, a quien siempre se queda para acariciar y sentir toda esa delicadeza, esa ternura que puede amansar hasta a las fieras más salvajes.

Ahora nunca la olvido, mis mejores sueños son en los que aparece ella, no la necesitaba, no dejé que me cuidara ni siquiera la cuidé... Ahora que he reducido las revoluciones, ahora que he entendido que el tiempo no espera nadie, ahora que he entendido que los ritmos los marcaba ella, ahora simplemente ya no está. Y ojalá no hubiese dejado que el frío se apoderase de ella... Porque ahora que todo se ha tornado, pongo la mano en el fuego que ella no hubiese hecho como yo... Ella me amaba... ¡Y cómo me amaba!

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